Dentro de poco y pese a la abierta oposición de un gran número de grupos sociales, desde empresariales hasta políticos y de profesionistas; dentro unos días, los más de los diputados de la XVI legislatura estatal votarán por su propia reelección hasta por doce años, es decir para poder vivir del erario por dos sexenios y algunos hasta por 18 años, que el repudio civil no les importa.
Con base en la argucia de que intentan homologar a la legislatura del Estado con una reforma constitucional federal de hace casi ocho años, reforma no avalada por numerosos estados pues es opcional; con tal patraña por bandera –ellos manejan las leyes- buscan justificar tal atropello a la democracia y cierran la puerta, de facto, a la renovación de la propia instancia legislativa.
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Encabezan la reforma Eduardo Martínez Arcila, del PAN y líder de la junta de gobierno de esta legislatura y el verde ecologista José de la Peña, quienes no llegaron a sus curules por una elección directa, sino por mayoría relativa; como si fuera poco, los dos han sido reelectos en dos ocasiones, con lo que ocuparían sus cargos por dieciocho años. Lo dicho, un atropello a la democracia.
Dicen que la reelección profesionalizará a los diputados y así tendrán más cercanía con los votantes, además de mejorar la rendición de cuentas (sic), lo que es insidioso pues su honradez ha sido cuestionada con dureza por diversos medios informativos que cuentan sus tropelías y hasta por el propio Observatorio Legislativo. Frente al espejo, les gusta maquillarse con sus propias palabras.
La reelección de los diputados hasta por doce años va contra la democracia y no solo por fortalecer a una ya enquistada mafia de cuello blanco apadrinada por los demás poderes, sino también porque va contra el afán del país por un mejor futuro colectivo Por las ruedas del poder, pronto se consumará el atentado, pero yo como ciudadano digo: ellos no me representan.