La pasada elección del 6 de junio, con sus números contundentes y su legado de escenario político propicio para que Mara Lezama aparezca como la candidata más firme a la gubernatura en 2022, parece haber quedado lejos. No es que Mara no sea casi una candidata natural, el problema es que esta suerte de sucesión adelantada ha tensado al máximo las relaciones entre los diversos grupos políticos que orbitan alrededor de la alcaldesa.
El problema es que muchos de esos grupos son, entre sí, acérrimos enemigos, y las armas que utilizan para acomodarse en esos espacios le están pegando directamente debajo de la línea de flotación política de la alcaldesa.
Desde ya hace varias semanas, Mara ha perdido la agenda mediática positiva. O sea, tiene centralidad mediática casi absoluta, pero hoy se habla principalmente de todo lo malo que traería un posible gobierno suyo en 2022, y no de algo positivo. En los medios se libra una batalla interna que sólo la desgasta a ella.
En ese contexto, no es gratuito que en el estado se hayan activado con tanta fuerza sus opositores internos. El senador José Luis Pech y el diputado federal Luis Alegre dicen que van a pelear la oportunidad de ser gobernadores en 2022, porque aún no está definido el género de la candidatura, y están casi seguros de que el proyecto de Mara no va a aguantar lo que está viviendo. Y Marybel Villegas ya ha empezado a recorrer el estado de punta a punta.
En el fondo hay un concepto que engloba mucho de lo que está pasando, y es que Mara sufre demasiado “fuego amigo”, porque quizá tiene más amigos de los que debería tener. A veces, los acuerdos políticos que se hacen alrededor de Mara, diluyen hasta la inexistencia el límite y perfil ideológico de su gobierno actual y de su proyecto.
Pero ahí subyace un problema grave: Mara se ha aliado con actores políticos, y también mediáticos, vinculados a diversos pasados, que no se acercan para que se les pague algún monto de dinero, que sería algo tolerable. Esos actores quieren ser socios del poder, como lo son desde hace varios sexenios.
Y a esto se suma que desde el entorno del gobernador quieren instalar la idea de que Mara es la candidata de Carlos Joaquín, lo cual es cierto, pero lo hacen con una argumentación falsa. Dicen que el gobernador es quien impulsa a Mara y que dirigirá la sucesión, y eso no es así. El mandatario estatal sólo se acomoda a un escenario sobre el cual no tiene prácticamente ningún poder de decisión.
En uno de los entornos de Mara, se entiende que el gobernador trabaja para allanarle el camino a la alcaldesa, proponiendo candidaturas débiles en frente y dividiendo a la oposición al lopezobradorismo. Pero se preguntan ¿cuánto vale eso? O, mejor dicho, ¿vale tanto como están pidiendo?
Hay personeros del gobernador que llevan y traen la lista de las supuestas exigencias de Carlos Joaquín para acordar con Mara. Incluye secretarías, posiciones variadas en el futuro gobierno, proyectos actuales, y, por supuesto, inmunidad política y judicial. Parece demasiado para tan poco aporte.
Más allá del acuerdo que pudiera haber entre ellos, lo cierto es que nada puede ser más perjudicial para el proyecto de Mara Lezama que se quiera instalar (y, mucho peor, que se quiera hacer realidad) la idea de que su potencial gobierno sería alguna forma de continuidad del actual sexenio. Su proyecto perdería solvencia, interés, unidad ideológica, y, sobre todo, votos.
Pero quién sabe. Quizá son justamente quienes tienen muy claro eso, los que agitan el “fuego amigo” contra la alcaldesa para intentar imponerle sus condiciones.
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